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7 abr 2020

MARTES SANTO 2020


Desde antes del Miércoles de Ceniza, de este extraño año 2020, en el común de los medios que solemos visitar estos días de la Cuaresma los que nos consideramos cofrades, sabemos que se ha impuesto el decir: “se ha suspendido la Semana Santa”; o también: “este año no hay Semana Santa”. Pues, quiénes lo hayan dicho, están tremendamente equivocados o, al menos, mal informados.
Quizá se dé esta equivocación, por la versatilidad que encierra nuestra Semana Santa en Sevilla. Aquí, es una celebración tan diversa y dispersa que admite anunciarse como: Fiestas de Primavera o Semana Mayor por nuestro Excmo. Ayuntamiento; semana de vacaciones por las empresas de turismo; reclamo publicitario de bares cofrades y tertulias; y, además, como lo más importante conmemoración para los católicos: SEMANA SANTA, sin más calificativos por ser todos innecesarios.
Siempre, desde finales de la edad media y la entrada en la edad moderna con la consolidación del Reino de España por los Reyes Católicos; en Sevilla, durante la Semana Santa venimos Conmemorando los que son pilares básicos y más importantes de nuestra Fe Cristiana, como son: la aceptación de Jesucristo, Verdadero Dios y Hombre, de su Pasión y Muerte en la Cruz (Domingo de Ramos); la Institución de la Eucaristía (Jueves Santo); Muerte de Jesucristo y Adoración de la Cruz (Viernes Santo) y Resurrección de Jesucristo, en Cuerpo y Alma, para la salvación del mundo (Domingo de Resurrección).
Quizás ahora, por esta diversidad de enfoques que puede soportar la Semana Santa, unido a la profusión de medios de comunicación existente, y al campo tan amplio de difusión que aportan las nuevas redes sociales, puede ser que hayamos llegado a una cierta desmedida o confusión de los principios y motivaciones de su razón de existir; tantas que nos pueden llevar a la equivocación o, al menos, a la duda. Podría parecer que se ha ido, excesivamente, a lo fácil, a lo vistoso, popular, costumbrista o como le queramos llamar; pero confundiéndolo, al menos aparentemente, con lo necesario, sublime e imprescindible de la Semana Santa. Y no quiere esto decir, que sea prescindible lo popular o folclórico; ni tampoco que no sea importante, pues sí lo es por lo que supone económicamente para la Ciudad en general y para muchos artistas y artesanos en particular; más aún, si todo se ha planteado, y está hecho, en alabanza y gloria de Dios.
La Religión, como virtud que mueve a dar a Dios el culto debido; y en nuestro caso valiéndonos de las Hermandades y Cofradías, que son parte integrante de la Iglesia Católica, al parecer no se ha sabido adaptar, no ha podido o no ha querido adaptarse a los parámetros en los que la sociedad ha convenido mensurar a los medios de comunicación y redes sociales, para ejecutar esa labor de difusión. O al menos, no ha logrado dotarse de la mesura imprescindible para no rebasar los límites de lo equilibrado y conveniente.
El exceso de participación nunca es perjudicial. Aunque desmedida, al menos, puede ser inquietante, y a lo peor, incontrolable. Se ha crecido en el número de nazarenos desaforadamente. Se han desmesurado las cuadrillas de costaleros. Se han agigantado las Bandas de Música en el número de sus componentes. Con todo lo anterior y más circunstancias omitidas voluntariamente, ha habido que redimensionar los ajuares e insignias para las procesiones aumentando en mucho su número. Hemos conseguido llevar nuestras procesiones de Semana Santa, al límite de lo imposible. Hemos forzado a las Instituciones a afrontar una revolución en la economía; y esta necesidad económica ha traído una nueva necesidad, desconocida de siempre por innecesaria en las Hermandades: la prisa.
El cofrade, como su propio nombre indica, necesita: cercanía, amistad, confianza, conocimiento, participación, camaradería y, principalmente cotidianidad.  Se podría pensar y preguntar: ¿Es que no existen estas condiciones? Nada más lejos de la realidad; existe y sigue vivo el espíritu, aunque la dispersión urbana, la dimensión de los censos actuales y la relajación en las prácticas religiosas, que se están instalando en la sociedad, han devenido en unas formas de actuación y comportamientos diferentes a los existentes hasta hace pocos años.  ¡Ojo! No digo ni mejores ni peores, digo diferentes.
Seguramente, por todo anterior expuesto, se ha podido trivializar la vida de las Hermandades; Instituciones que no fueron creadas para un solo día al año, sino para una cotidianidad y una asistencia frecuente, sin necesidad, para ello, de la programación de eventos o actividades como si de un club social se tratara. El cofrade tiene que sentirse necesario, partícipe, tenido en cuenta para todo y por todos, querido e importante.
Los cofrades necesitamos formación. No lecciones de Historia Sagrada, ni charlas de colegio; necesitamos conocer y experimentar nuestra filosofía de cristianos a través de los mejores Oradores y Teólogos disponibles, clases de Catecismo, conocimiento de Encíclicas, Normas, Cánones y Directrices de la Iglesia, en definitiva, necesitamos conocer nuestra Religión y principalmente a través de ella: A DIOS Y SU REINO.
Desgraciadamente vemos desde hace semanas, los medios de comunicación y redes sociales llenos de fotos y videos de nuestras Sagradas Imágenes en sus pasos, de su transitar por las calles, de marchas musicales, de nazarenos y costaleros, etc. pero se echa en falta “sustancia” ¿Dónde está Dios en toda esta sobreexposición de las Hermandades y Cofradías? Ahí hay solo una parte, la más festiva seguramente, pero no indicadora cierta de la realidad. ¿Dónde está la Luz Verdadera que tenemos que seguir? Seguramente la luz de un cirio o un paso sea buena señal, pero no tan cierta como la que nos indicada la presencia del Santísimo Sacramento en nuestra capilla. ¿Dónde está el verdadero Amor a nuestra Hermandad? Quizá la túnica se le asemeje bastante, pero ésta es de uso solo un día, no de diario. ¿Qué queremos decir cuando nos llamamos católicos? Seguramente sacando una cofradía, como ejemplo de un día, lo magnificamos, pero necesitamos llevar, aunque sea un pin, en la camisa de todos los días, que demuestre que no es flor de un día sino forma de vida. ¿A quién llamamos prójimo? Son muy vivificadores los abrazos que nos daríamos al llegar a San Nicolás, pero es más importante no tener que mirar junto a quién te sientas en la Misa por si le tienes que desear la paz.
¡Sí hay Semana Santa! ¡Sí es hoy Martes Santo! Sí tenemos los candelarios, la obligación de reflexionar, como hacemos bajo nuestro antifaz durante la procesión con Nuestro Padre Jesús de la Salud y Nuestra Santísima Virgen de la Candelaria. Yo al menos lo haré, y me he propuesto hacerlo sobre lo siguiente: ¿Qué es la Semana Santa en definitiva? También, con respecto a ella: ¿Estamos dónde queremos estar o necesitamos adecuar algo?
¡A LA GLORIA SEVILLANOS, A LA GLORIA CANDELARIOS!                 

25 nov 2019

“REFLEXIONES PROPIAS AL POEMA ¡VIVE!, DE CHARLES CHAPLIN”

Aunque me he sentido muchas veces ofendido, no creo ser nadie para decidir sí otorgar, o no, perdón a otra persona, en función de su forma de obrar en la vida. Ya tengo bastante con mi conciencia, y con la ofensa recibida, como para asumir la limpieza de carga y culpa al ofensor; allá cada cual con su conciencia y sus remordimientos.

Nunca he tratado de sustituir a ninguna persona, no considero a nadie canjeable. Tampoco he tratado de olvidar a nadie. Para mí toda persona es inolvidable y única. Es por eso por lo que, aunque me hayan abandonado, para bien o para mal, permanecen en mí memoria conservando todos los defectos o virtudes que puedan tener, o yo les reconozco y otorgo.

He hecho pocas cosas por impulso en mi vida; ahora, la edad, me aconseja seguir obrando con calma y cordura.

Son bastantes las personas que me han decepcionado. Algunos también han tratado de someterme. No lo han conseguido; aunque sí contribuyeron a llevarme hasta una depresión mental de la que salí y tengo la fortuna de poderlo contar, mas ninguno me ha causado tormento. Sí siento mucho desconsuelo, por todo aquel al que yo haya decepcionado, aunque haya sido sin saberlo o desearlo.

He abrasado, y dado apoyo, a todo el que me lo ha solicitado o he sabido que lo necesitaba. A cambio han sido muy pocos los que he recibido, aunque muchos sabían que los necesitaba
.
Sólo me he reído cuándo, y con quién, podía y debía reírme. Muchas veces he conocido que se han reído de mí; pero no me ha afectado mucho más allá de la lástima por los reidores.

Mis amigos son eternos y he tenido la suerte de ser honrado mutuamente. Aunque no tiene gran valor el serlo, pues, amigo mío, puede ser cualquiera ya que no le pongo límites. Lo que sí es, espantosamente, más complicado, es ser mi enemigo; ahí sí elijo y, además, soy muy severo en el ajuste de la elección. Mis enemigos tienen que ser de relevante aptitud y enjundia para poderlo lograr.

Yo he amado y amo; también me he sentido muy amado. He sido rechazado, y en la edad más difícil, aunque me he sabido retirar con decoro de dónde no me han querido. Nunca he rechazado a nadie a quien haya amado.

Evidentemente no sé si he sabido, y me han sabido, amar; nunca estuve en la escuela del amor. Igual es que soy insultantemente joven, todavía, para entrar en esas profundidades del asunto.

He gritado y saltado de felicidad, más aún, desde que entendí que la felicidad no es un estado de vida, sino una recapitulación, de momentos concretos en sensatas dosis.

Nunca he creído en los juramentos eternos; menos todavía en el amor; por eso nunca los hago.

Soy llorón, no lo puedo remediar y, además, me gusta que así sea. Lloro viendo una película o unas fotografías; escuchando una canción; leyendo un libro y un larguísimo etcétera de situaciones y momentos.

He tenido la necesidad, por mis circunstancias laborales, de depender muchas veces de una llamada de teléfono para encontrar la voz que me diera consuelo, y calor, en la soledad de la adversidad. También conocí la desgracia, por una perdida familiar, a través del teléfono; entonces todo estaba muy lejos. Ahora, ansío en escuchar una voz lejana y los simples balbuceos del último entrado en mi familia.

Me sigue enamorando una sonrisa, un gesto, una mirada, etc. y que dure mucho esa ilusión.

Llegué a tener tanta angustia, que quise adelantar a mi hora. Gracias a Dios, que nunca me abandona, aquí estamos.

Tuve miedo de perder a gente especial y las perdí. Además, fui tan torpe, que la perdí doblemente; por no saberlo afrontar, por mi miedo a la recaída o la propia pérdida.

¡Pero sobreviví y todavía vivo!

Estoy orgulloso de no haber pasado ni un día por pasarlo. Salvo en la enfermedad, a la que le gané por goleada, por eso soy de los que digo: ¡VIVE!

Hay que luchar por y con la vida; con determinación; con pasión; con osadía, porque el mundo es del que lo quiere poseer. ¡Pero ojo! hay que saber perder si te vienen mal dadas, con clase; con arrogancia; con chulería incluso. Lo que no debemos aceptar es: ni que nos gane el miedo, ni tener una actitud derrotista.

Si algo está claro que no es la vida es: insignificante o merecedora de ser desaprovechada.

31 mar 2018

¡FELIZ RESURRECCIÓN DEL SEÑOR!


Yo de niño, como he contado más de una vez, pasé mucho miedo con la eternidad. No me entraba en la cabeza, sobre todo pensando en el castigo Divino, en el miedo a Dios. También lo tuve mientras creí en el infierno.
Conforme me he preocupado de enterarme, lo más y mejor posible dentro de mis muchísimas limitaciones intelectuales, de lo que Dios quiere de nosotros, le he perdido muchísimo miedo a la muerte y he entendido que nuestra vida, y muerte, está aquí: en el día a día, en la verdad, en disfrutar, o sufrir, el Reino de Dios que nos enseñó el Hijo de María.
Sí, he dicho sufrir el Reino de Dios. El que nos trató de enseñar Jesús y, aún hoy, todavía, no lo hemos logrado conocer. Seguimos empeñado en condenar nuestra vida y la de los demás, principalmente la de los demás. Nos siguen satisfaciendo más las desgracias del prójimo que nuestras consecuciones. Seguimos ambicionando poder ser los más ricos de los cementerios y olvidamos que, como dice Francisco: detrás de nuestro coche fúnebre, no va a ir ningún camión de mudanza.
Del que volvemos a celebrar y conmemorar mañana su Resurrección a la vida, creo que nos quiso decir algo más parecido a lo que sigue, que a lo que nos siguen contando que dijo.
Fragmento del poema “El Dios de Spinoza”:
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar.
Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío.
¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti?
¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice?
¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?
¿Qué clase de dios puede hacer eso?
Que el Hombre nos ayude a cambiar. Que nos ayude a entender que la verdad está en el respeto y el amor al prójimo. Que nos ayude a amar a nuestro prójimo como Él nos ama y lograremos disfrutar del Reino de Dios.
Recordemos: Mañana puede ser un gran día, preocupémonos de seguirle, pero no solo en la Cruz, sino en la Vida que tan generosamente se nos ha dado.
Ea, hasta otra.

10 dic 2017

RECUERDOS Y AÑORANZAS

Son muchos los días que me acuerdo de ti amigo. Por detalles; en acciones de personas con las que trato; o por mil diversos motivos; pero hoy con más razón.
Llegaste tarde a mi vida, aunque me dejaste una huella indeleble y profunda. Y eso que no eras un dechado de agradabilidad aparente, pues te gustaba aparentar y parecer un tanto “agrio” aunque después “las papas del sentimiento” delataban tu humanidad en el brillo acuoso de los ojos.
Hoy me he acordado de ti por tu cabezonería. Por el placer que te negaste de tener un nuevo amigo, en este caso amiga, peludo. Te entendía, y así te lo dije, al saber que no querías asumir lo que suponía, contraías y podía significar el dejarle a tu compañera la responsabilidad de su mantenimiento y cuidado aún sin saber, entonces, lo rápido que te irías de entre nosotros.
Hoy de nuevo te he sentido junto a mí protestando, como tantas veces hacías porque tu ya para siempre “segundo”, y yo, te hacíamos ver la sinrazón de tu actitud y cabezonería en ciertas decisiones que tomabas y que, sin embargo, te acatábamos.
También te he sentido riendo y poniendo la cara de circunstancias de cuando de verdad estabas a gusto. Y te sentías feliz en la adversidad aparente; o cuando te besaba uno de los hijos de tus muchos sobrinos; o cuando te hacían una “cabronada” uno de tus compadres del alma; o cuando te metías conmigo, diciéndome maricona y prioste, porque te decía lo bonito que estaba un Jacaranda en flor yendo, o viniendo, de camino a comernos unas manitas de cerdo en la Ciudad Jardín.
Ni a soñar que te hubieras echado, hubieras sido capaz de imaginar lo feliz que me he sentido participando en la búsqueda de una compañera para tu compañera. Ya está en vuestra casa; y vuestra casa estaba preparada para recibirla; y hará, seguramente, muchas trastadas; pero le transmitirá la felicidad que solamente un perro feliz y sano es capaz de proporcionarnos a los humanos.
Parece que te estaba viendo, esta tarde, en tu sillón, con cara de circunstancias y muy serio, o simulándolo, pero deseando que todos nos volviésemos o despistásemos para acariciar y achuchar a tu nueva inquilina. Eso que te perdiste, cabezota, y no te lo afeo por entenderlo perfectamente. Sí siento que no hayas podido ver la cara de felicidad y satisfacción de tu compañera; igual que te has perdido la cara de felicidad de tu amigo de toda la vida llevándola con la correa, desde su casa a la tuya, paseándola orgulloso como un chiquillo de diez años.
En fin, amigo; que estoy feliz y necesitaba contártelo y contárselo a los que te querían, te quieren y te seguirán queriendo y recordando día a día. Los nombres no son necesarios, ¿para qué? Esto podría ser una fábula; o un simple cuento de Navidad en el que uno de sus principales protagonistas estuviera ausente, o fuese el amigo invisible tan de moda en estos tiempos; aunque yo estoy seguro que es tan partícipe como cualquiera de nosotros.

Perdón, siento que me equivoco. Sí creo que hay un nombre importante, y es el de la principal protagonista de esta historia: KENIA.

28 ago 2017

¡UN MANOTAZO FRÍO, UN GOLPE HELADO!



De siempre tengo el defecto, entre los muchísimos que poseo, de dejarme influenciar demasiado por la primera impresión que me causan las personas. Ese defecto me ha llevado a perderme el contacto con grandes personas, que podrían haberme enseñado mucho y que, seguramente, habrían engrandecido mi personalidad. También tengo que decir que, como el orgullo insano no cuenta entre mis haberes de defectos, con algunas de estas personas he sabido rectificar a tiempo y eso me permite gozar de fructíferos amigos y conocidos que vivifican mi existir.
Quizá, una de las personas con las que más he sentido tener este defecto es con la persona a la que trato de rendir el pequeño homenaje que estás leyendo si has sido capaz de llegar hasta aquí: MANUEL RODRÍGUEZ CABRERA, para los que le conocíamos y queríamos: “LOLO CABRERA”. 
Seguramente dejándome llevar hace ya muchos años, por la aseveración que me hacía hace unos días Juan Pedro Casal, de “que los dos éramos iguales de feos y agrios” no frecuenté a Lolo; simplemente teníamos un trato de cortesía y hermandad: la consiguiente copa del camino o convivencia y poco más.
Desde hace unos años propiciada por Josemi, amigo común de ambos, con el que yo solía almorzar periódicamente, él quiso unirse a esas comidas y bendita la hora que lo hizo, pues ahí empecé a conocerlo profundamente y a gozar de su amistad. Era como aparentaba: valiente, desahogado, descarado, generoso y desprendido, atento, cariñoso, sincero, listo e inteligente y, sobre todo, lo que yo más le valoraba: sabía ser amigo y confidente atento, hablarte siempre desde su experiencia de vida y, sabiamente, nunca me dijo las palabras que tanto me joden: “te voy a dar un consejo”.
Hablamos mucho, los tres, de rocíos y Rocío. Rocío, la Señora, era un referente para él, pero sin mojigatería, por derecho, sin alharacas ni falsos golpes de pecho y sintiéndola como he conocido, afortunadamente, a muchos que la quieren y hablan como a una verdadera madre. También era un fijo en sus conversaciones el rocío y todo lo que lo conforma; pero creo que su tiempo ya había pasado. El rocío del que él hablaba, era un rocío con una gran carga de sentimientos, convivencias, bonhomía, bromas y saber estar que siempre había reinado en nuestra Hermandad de Sevilla. No quiero decir con esto que ya no exista, aunque sí sean otras las formas y maneras; como dice la sevillana: “el rocío no ha cambiado, sólo cambiaron los tiempos”.
Creo que, en nuestra Hermandad del Rocío de Sevilla, desgraciadamente, no se ha sabido aprovechar todo el caudal personal que ofrecía Lolo, igual ha sido temiendo a sus posibles reacciones en la contrariedad pues, como también indicaba, muy acertadamente de él, Juan Pedro: “en la ojana no tenía ni un pase”. Nunca le escuché una apetencia de cargo en la Hermandad, aunque se sentía orgulloso de su labor en el puesto de Alcalde Mayor de Carretas y, más orgullosos aún, de algunos de los jóvenes que le acompañaron en ese oficio. Creo que era una de las personas que no debe faltar en ninguna Junta de Gobierno, pues para mediar, atraer y sacar lo mejor de cada uno no había otro como él.
Ha dejado muchos compadres. Algunos ya no volverán a ser los mismos para nosotros cuando los veamos sin su presencia, pues con ellos hacías un todo indisoluble; para ellos, también, a partir de ahora seguro que su rocío será muy diferente. Igualmente ha dejado muchos “sobrinos” en primer grado y, más aún, en los descendientes de estos. Era fácil verle brillar los ojos cuando algunos de estos pequeños se acercaban a él y le daban un beso o le hacían una caricia, ahí “entregaba la cuchara”. También era fácil verle brillar los ojos cuando hablaba de su Chica, su perra bóxer, que tan buenos ratos le proporcionó y de la que le quedó tan marcado el recuerdo de su último entrecot y la mirada de su despedida, que llegó a hacerle renunciar al placer de tener y gozar de un nuevo compañero peludo.
Teníamos muchos “defectos” en común Lolo: Béticos, “rojos” como nos llama Juanón, o conscientes sociales como me gusta designarme a mí, republicanos, feos, no cantamos, no tocamos la guitarra, apenas bailamos, agrios, cascarrabias, poquita mano izquierda, llorones, etc. como te recordaba Juan Pedro, de nuevo, en un comentario por ahí en la página de Hermanos de Sevilla, pierde preocupación Lolo, ya me encargo yo de decirle “cabrón” en tu nombre cada vez que nos recuerde los defectos comunes, aunque, seguramente, no sabré decírselo con tu gracia.
Me hubiera gustado estar más cerca de ti en el final Lolo, pero entendía que era más importante tu intimidad que mi necesidad y, además, no me sentía capacitado para hacerlo. Es cierto que nunca creí que llegaría tu hora tan pronto, que habría una solución para tu mal, que podría tu ilusión por las muchas cosas que te quedaban por hacer, o que te sobrepondrías por el miedo que tenías por dejar sola a Celes, tu leal, fiel y amante compañera de toda una vida. No me lo quería creer Lolo y tuve necesidad de verte; y así lo hice con temor de que la imagen tuya que prevaleciera en mi recuerdo fuese la de tu cadáver, o la del último día que nos vimos en el hospital a primeros de agosto; pero no, gracias a Dios, te recuerdo sonriente, protestándole a Josemi cuando te pedía cita para el médico al que no querías ir, o bebiendo Tío Pepe, tinto de Carraovejas, Ramón Bilbao o Cocolubis de Constantina con queso “chachi” del que te gustaba a ti. Ahora me harías mucha falta Lolo, ahora que he conseguido la retirada laboral de la que tanto habíamos hablado, ahora que me encuentro solo y temeroso de la forma de vida que me viene, nueva completamente para mí.

Te echaré mucho de menos amigo, y siento mucho el tiempo que no te aproveché por torpeza y prejuicios. Que Nuestra Bendita Virgen del Rocío y Su Divino Hijo, sepan premiarte tu vida de rociero. 

24 jun 2017

DE MI VISITA A ALEMANIA

Paredones verdes, encaminan un río extenso.
Puente orgulloso de, suicidas, piedras soberbias.
Barcas obreras en esclusas prestas y recias.
Patos gandules; canoas raudas; yates ociosos.

Orillas de casas nobles imbuidas en verde.
Delicadas iglesias de variadas creencias.
Cantidad de facultades antiguas; notorias.
Población viva, multiétnica, próspera y alegre.

 Magnas jarras de cerveza, a las que faltan “tapas”;
terrazas alegres en jardines adornados;
variedad de “¡kartoffeln!” en suculentas salsas.

Parvos peques; consabido comercio bastardo.
Limpieza, calma y orden, con ambiente de cortesía.
Bella Heidelberg, alegre hogar de hijos añorados.

7 jun 2017

MI INFANCIA SON RECUERDOS DE UN PATIO DE SEVILLA

Portalón grande de madera, con postiguillo y mirilla.
Zaguán fresco, y luz confortable, para jugar a las cajillas.
Cancela de forja con campanilla.
Patio de lozas de Tarifa.
Arriates de jazmín, dama de noche y buganvilla.
Macetones de “pilistras”, helechos y esparragueras.
Latones de tomates, sembrados con claveles y rosas.
Macetas de geranios, begonias, gitanillas y yerbabuena.
Esterones de esparto.
Toldos de lona para sombrear el verano.
Baños de cinc, con agua calentándose al sol.
Tendederos de ropa limpia.
Lebrillos de barro esmaltados.
Jaulas de jilgueros y canarios; palomos en la azotea.
Gatos en rincones sombreados o en techados de tejas árabes.
Puertas de vidrieras, abiertas, y cortinas de cretona.
Fogones de carbón y hornillos de petróleo.
No se veía, pero se olían, guisos diversos que aseguraban, con poco esfuerzo, comer a la carta.
Braseros de cisco picón.
Retretes comunitarios.
Pilas con "refregadores" de madera.
Alcachofa de ducha fría a la intemperie, en lo recóndito del lavadero.
Grifo, uno para todos, con “escandaleras”.
Planta de arriba, con barandas y pilastras de madera.
Corredores de arriba, con las cocinas en cajones de madera.
Aljibe con ecos del patio del Salvador.
Mujeres haciendo labores, sentadas en sillas bajas de eneas.
Francisco - el “Moto”- haciendo jaulas canarieras y a Pepe Morilla con su banqueta de remendón.
La Loli – “de arriba” y a la Paqui - “Chica”-, cosiendo con sus tablas sobre las rodillas.
El fogón de Antonio - el “Melli”-, haciendo pestiños y torrijas en Cuaresma y rosquitos de huevos en Navidad.
Ancianas sentadas al sol, mientras las vecinas le aseaban el cuarto y les hacían la cama.
Bebes sentados al solito, para cerrarle la mollera prontito, en mecedoras de lona.
Nazarenos de San Bernardo, Carretería y San Isidoro.
Tertulias al fresquito de la noche, con historias de miedo.
El televisor de mi padre para que los viejos vieran los toros o el futbol.
Partidas de tute y dominó de los mayores.
Tumulto de niños, en partidos de futbol o simplemente dando por… “el centro”, - como decía Gil Robles de Azaña -.
Cañas hincadas en las llagas del suelo, muy regadas, para coger zapateros.
Bautizos de una semana; con guirnaldas de luces de colores y con flores y cadenetas de papel. Baños y lebrillos con  barras de nieve sirviendo de nevera.
Velatorios de borracheras de aguardiente, tazas de puchero y café con tortas de aceite.

5 jun 2017

PESADILLA ROCIERA


                  Me sorprendo frustrado en un camino,                   
buscando a los deudos con que partí.
Infeliz reclamo a los que elegí,
¡SEVILLA!, mas no veo peregrinos.

La “polvarea” me quiere confundir.
En la senda un lirio, al que han malherido,
entre siseos tenues de cantes idos,
me indica por ese cordel seguir.

¡Demando! ¿Qué está pasando Dios mío?
¿Por qué me encuentro solo y desvalido?
¿Cómo me olvidaron en los que confío?


De este maldito sueño he avivado
por un sudor malo, ensopante y frío.
¡Cosas que suceden, por no haber ido!